"Amadeo, no me venga a decir que ahora es surfista; le conozco todas sus facetas y ser 'surfo' no es una de ellas". Con esta frase, mi esposa Fio me sacó una sonrisa y bajó un poco mis expectativas cuando le comenté que había reservado el último espacio disponible en la nueva ola artificial que acaban de abrir en Múnich. Aunque su comentario fue un golpe de realidad con mucho cariño, al final me dio su bendición para intentarlo. Y fue toda una aventura. Todo comenzó hace unos días, cuando como familia decidimos venirnos a España por un buen rato, no solo de paso. En un impulso, decidimos ir a visitar a mi abuela en Innsbruck y dado que no había vuelos directos, aprovechamos la oportunidad para hacer una parada en Múnich y explorar un poco la ciudad. Fue ahí donde vi el anuncio de la ola artificial, y justo el día que nos quedábamos en Múnich, había un espacio disponible para surfistas avanzados a las 9:45 pm. Yo siempre he sido de lanzarme a la aventura, aunque en esta ocasión tuve que pedir permiso porque la logística era complicada. Mi esposa fue quien al inicio me recordó que no soy precisamente un surfista fue la que al final me animó: "Si usted quiere y cree que puede, dele." Reservé mi lugar, aunque debo admitir que no estaba 100% convencido. La verdad es que he surfeado como diez veces en los últimos diez años, y ni siquiera me considero surfo. De niño hice mucho boogie, lo que me permitió conocer bien las olas, pero claramente no soy un experto pero yo me apunto a hacer de todo. Aun así, no podía dejar pasar la oportunidad. Después de un día lleno de cultura visitando museos, nos dirigimos al surf en plena noche, todos un poco cansados, pero emocionados. Por suerte, mis hijos tomaron una pequeña siesta y, la verdad, estaban mucho más emocionados que yo de verme surfear. Apenas llegamos, sentí una vibra increíble. Me puse el wetsuit, escogí la tabla y empecé a hablar con otros surfistas, todos ellos mil veces más profesionales que yo. Pero bueno, no había de otra, tenía que darle. Y ni de broma iba a decir que era de Costa Rica, no podía arriesgarme a dejar el nombre del país por los suelos después del papelón de Brissa Hennesey en los Juegos Olímpicos. Llegó la primera ola. Mis hijos gritándome "¡Vamos, papá!", yo con el corazón a mil... Y ¡tómala! Me caí. No había mucho que hacer, más que seguir intentando. Esto no podía quedar así. Teníamos 60 minutos en total, con catorce surfistas más. Al final, no me fue tan mal; logré hacer unas buenas olas (aunque, por supuesto, en las mejores mis hijos no me vieron porque ya estaban medio aburridos y con sueño). Pero sí me vieron dominar unas cuantas, y para ellos ya era todo un "surfo". Yo lo disfruté un montón y la verdad es que me alegro mucho de haberme lanzado al agua. Esta experiencia me recordó lo importante que es atreverse, especialmente en el mundo del emprendimiento. Así como en el surf, en los negocios no siempre se tiene la certeza de que uno lo va lograr, pero lanzarse al agua es la única manera de saberlo. Cada vez más, los inversionistas apuestan por fundadores que ya han lanzado un startup, esos que han aprendido de sus errores y están listos para mejorar.Y más allá de eso, entendí nuevamente la importancia del apoyo. Sin la bendición de Fio y la emoción de mis hijos, esta aventura no habría sido posible. Detrás de cada emprendedor, siempre hay un grupo de apoyo: puede ser la pareja, los padres, los abuelos, los hermanos o los amigos. Son ellos quienes, en los momentos difíciles, le dan el empuje y la fuerza para seguir adelante. El camino del emprendedor es solitario al inicio, pero sin una red de soporte, hasta los mejores no logran llegar lejos. Así que, si tiene una idea, láncese al agua. No importa si no es el mejor surfista o el mejor empresario, lo importante es intentarlo, aprender de los errores y contar con el apoyo de quienes le rodean. Solo así podrá convertirse en ese "surfo" que todos admiran. “The biggest risk is not taking any risk.” – Mark Zuckerberg, chairman, CEO, and co-founder of Facebook |
Soy Amadeo, un emprendedor de la vida, impulsado por lo social, amante de la adrenalina y papá de dos hijos. Me encantan los negocios, sobre todo los emprendimientos, pero lo que más me mueve es formar más capitanes, que como yo, puedan tener las oportunidades para ser feliz, soñar y dejar una huella.
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¡Hola! Hace unas semanas asistí a una clase de pintura, y tengo que admitir que pensé que iba a ser más fácil de lo que creía. Evidentemente, no soy ni cerca de ser pintor o artista, pero siempre he sentido una gran pasión por crear. Considero que tengo un lado creativo que me impulsa a formar nuevos negocios e ideas constantemente. Y sí, disfruté mucho pintar; fue un momento para desconectarme de todo lo demás. Mientras sigo desarrollando mi vida profesional, también me encuentro...